El gastador es el que derriba y construye fortalezas a
golpe de pico y pala, allanando el camino para el avance de la artillería
durante las marchas. No es un soldado, sino un villano contratado para que con
su esfuerzo haga posible defender y expugnar fortalezas. Podía ser un campesino
local reclutado por unas monedas, o bien un español que se encuadraba en una
unidad al mando de un capitán (que se distinguía por llevar una borla en la
jineta). Cuando la cosa iba de cavar trincheras y construir fortificaciones,
allí estaban. También disponían las cargas de pólvora y ocasionalmente usaban
ingenios explosivos o artificios espeluznantes para matar al enemigo en las
entrañas de la tierra, o en el tumulto del asalto a la brecha como defensores
arrojando alcancías, barriles llenos de pólvora y clavos y otras armas que
hacían mucho daño. Su vida era dura, y sus bajas, en un asedio, podían contarse
por miles.
Ilustración del PAB 5 en primicia, por Gonzo Bríos. |
Podían ser prisioneros los que llevaran a cabo esta labor, conmutando su pena por años como gastador (una pena similar a la de las galeras), aunque lo normal es que fueran, simplemente, villanos. Hasta 1579, los moriscos del Reino de Granada podían escoger entre pagar la farda (un impuesto especial para sustentar a las tropas que defendían la costa de los berberiscos) o servir unos años como gastadores. Muchos jóvenes moriscos lo hicieron. Tras la expulsión, de hecho, muchos de ellos fueron “sacados como gastadores”. Su destino era incierto, mucho más al cumplir su servicio y licenciarse. Quizá, si conseguían escapar a las autoridades, podrían comenzar una nueva vida en Europa, con una nueva identidad. Posiblemente, fueran conducidos como ganado en galeras y barcos para “devolverlos” al norte de África. Aunque esa tierra, realmente, no tuviera nada de que ver con ellos.